Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

LA PRIMERA VEZ QUE VÍ SUS OJOS.

La primera vez que ví sus ojos. No me refiero a sus ojos o su color, si no a su manera de mirar, se tatuó en cada espacio de mi aire, en el silencio y murmullo de mi boca. Con ansias aguardaba y aún lo hago cada una de sus letras. Le soñe un día de agosto de hace dos años. Latente en mi las palabras de su mirar, el calor de sus dedos bajando desde mi cuello a mi cintura, el aroma de su risa, la tibieza de su alma. Cierro los ojos y navegó entre sus manos y mirar, entre sus huellas como el sol derrite la nieve, la vuelve tierra y agua en las rosas. Me inquieto con esos nervios bonitos como el que llevo del roce de su boca y la mía. Es que lo quiero todo junto a su latir; tardes de risas, miradas confidentes, ver sus ojitos y fundirme en ellos, besar cada espacio de su piel y alma, recorrer sus placeres y jadeas con ternura, ser hogar y compañía. Dejo caer la tela de las estrellas. Me sumerjo entre el agua, el cantar de los grillos, el silencio de la noche. Estoy a la orilla de un lago cerca de la mirada de la luna, pienso en que le gustaría como se ven las estrellas, tanto que lo haría sonreír, o el agua tibia que corre sin prisa, la tierra blanda, el verde claro a la luz de la luna. Cierro mis ojos, su aroma se ata mi lengua, a mis anhelos y suspiros, a mi ternura y latir. Cierro los ojos y sueño con rubor de tomar su nombre como el agua se funde en la orilla del musgo. Sus brazos me toman a su pecho, su aliento me da vida, el latir marítimo de sus ansias susurran a mi oído, su cadera junto a la mía, sus piernas como un nido en las mías, muerde mis sielncios y palabras. Jadeo y respiro su aire. Todo lo que siento por él se traduce en sus labios cuando sonríe.

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