Es tiempo de dejar caer los velos,
de escribir con la piel como tinta.
De trazar los secretos que guardas
en las curvas de mi deseo,
donde la palabra cede
al temblor de tus manos
y el poema encuentra su latido
en el fuego de nuestras sombras.
Es tiempo de romper las reglas,
de dejar que el poema se incendie.
Que tus labios escriban sobre mi cuello
y tus manos pronuncien mi nombre
en esa lengua que sólo entienden
los cuerpos al borde del abismo,
donde ser y pertenecer
es lo mismo que morir.
Es tiempo de devorar la noche,
de deshojar los versos en tu boca.
Sedúceme con el filo de tu sombra,
haz de mi cuerpo la página
donde tu ausencia
escribe su último adiós,
y el deseo se torna ceniza.
Es tiempo de jugar con la penumbra,
de ser presa y cazador,
poeta y poema,
palabra y silencio.
Que el deseo sea un laberinto
donde ambos nos perdemos
y la pasión sea el filo
que nos corte en mil versos.
Es tiempo de que el silencio caiga,
de que la pasión sea la pluma
y el poema, la entrega
donde todo lo vivido arde.
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