Siempre he pensado que, cuando dos se juntan se crea un idioma que los enlaza a través de gesticulaciones, palabras clave, risas o miradas que conforman un código único que puede ser decodificado solamente por los hablantes de esa lengua. Una caricia es sólo una caricia viniendo de cualquiera; pero se vuelve distinta cuando te la da cierta persona. Una plática siempre será una plática cualquiera, tal vez interesante, tal vez profunda, pero adquiere un matiz distinto cuando esa plática la sostienes con cierta persona. Es inevitable, no procuremos negarlo: no es lo mismo con ella que con el resto. Es esa complicidad, esa exclusividad, aquella rutina de ecos y reflejos, la que convierte a las acciones en un lenguaje hecho por y para dos solamente.
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