Desperté muy temprano por la mañana, aunque era día de asueto no pude conciliar el sueño, en cuanto salieron los primeros rayos de luz decidí bajar al estacionamiento para limpiar mi motocicleta.
No había mucho que limpiar pues siempre estaba bajo su toldo de protección. Así que mientras pulía sus partes de cromo, decidí salir en ella.
Me di una ducha rápida y me puse botas, jeans, chaparreras y chamarra de cuero. Revisé que el tanque de gasolina estuviera lleno y todos los fluidos en su lugar.
Salí sin rumbo fijo, tomé hacia el sur. Eran 7:30 de la mañana y circulaba por Insurgentes Sur, una parte de la larga avenida que siempre he considerado muy bonita. A esa hora pocos vehículos y nada de gente en las calles, puesto que era un día de descanso.
Circulaba despacio y mi pensamiento como casi siempre estaba en ella, de quien no sabía nada desde hace mucho tiempo, más del que yo mismo imaginaba. Pero aún recordaba perfectamente sus rasgos, especialmente su risa... y su voz diciendo mi palabra favorita...
Sin darme cuenta ya estaba en la ruta libre a Cuernavaca, pasando Tlalpuente por el espejo vi a otro motociclista que se acercaba, me orillé a la derecha para dejarlo pasar pues yo no llevaba prisa.
Al darme alcance el compañero del camino dejo una prudente distancia bajando la velocidad, le hice una señal para que me rebasara pero negó con la cabeza, así que aceleré un poco y seguí mi camino, esta vez acompañado de cerca.
Pocos autos en la carretera facilitaban mi avance a velocidad constante, así que posé mis botas en el descanso y procuré mantenerme sin necesidad de cambiar velocidades.
Durante todo el trayecto iba pensando en ella, había hecho vanos esfuerzos por olvidarla, siempre terminaba pensando en ella, aunque intentara evitarlo siempre había algo que me la recordaba de súbito, que inesperadamente la traía a mi mente, eso era fácil pues seguía amándola, aunque ella ni siquiera se había acordado de mi durante este largo tiempo, para ella fue fácil olvidarse de todo, demasiado fácil.
Miraba a ratos por el retrovisor y mi compañero de viaje seguía a la misma distancia, pasé Cuernavaca, Temixco, pensé en ir a Cuautla y volver pero tan ensimismado estaba en mis pensamientos que seguí y ya tenía un destino; Xochitepec, Alpuyeca, Puente de Ixtla, Amacuzac y finalmente Taxco, pueblo mágico, eran las 10:10 de la mañana.
Se que Taxco le hubiera gustado, un lugar pequeño, lleno de artesanos de la plata, íntimo, con su maravillosa catedral de Santa Prisca de bello estilo churrigueresco barroco novohispano y su teleférico que permite una vista panorámica de, en otra época, un pequeño pueblo minero.
Al llegar mi acompañante me hizo señas de parar en la primer gasolinera y así lo hicimos para llenar los tanques. Cuán grande fue mi sorpresa al descubrir que era un mujer, muy atractiva, de cabello corto y desordenado, obviamente debido al casco. Al acercarme para saludar sus grandes ojos cafés me miraron con preocupación:
-¿Regresas hoy verdad?, preguntó.
-Sí, regreso hoy mismo, solo salí a desempolvar la moto, contesté. ¿Por qué la pregunta?
-Porque es la primera vez que salgo sola a carretera, antes lo hacía con mi marido pero desde hace un par de años no lo hago más.
-¿Y eso? Pregunté curioso.
-Un divorcio, doloroso, adulterio, por parte de él. Y sonrió. Este viaje me sirvió para pensar y poner en orden mis ideas. ¿Y tú viajas solo frecuentemente?
-No, es la primera vez, una separación, dolorosa, por ignorancia, ella me ignoró.
Reímos los dos a carcajadas debido a mi ocurrencia, no se como vinieron las palabras a mi boca, pero sentí la necesidad de desahogarme, tal como ella lo hizo. Además de las motos, las ganas de soltar el peso que llevábamos dentro parecía que era algo que teníamos en común.
Decidimos visitar Taxco, recorrerlo a pie y llegado el momento subimos a comer en el Hotel Monte Taxco para contemplar el pueblo desde lo alto.
Nos hizo bien compartir nuestras desesperanzas, siendo desconocidos no había que preocuparse por lo que dijéramos.
Asi llegó la hora de volver, poniéndonos de acuerdo en el lugar donde ella tomaría su camino para volver a casa, la verdad nos había hecho bien la plática y encontramos muchos puntos en común. Queríamos platicar más pero habíamos acordado volver con luz de día. Así que subimos a nuestras máquinas y emprendimos el regreso a la velocidad acordada.
Llegando al punto previsto, ella se acercó para despedirse y seguir cada quien su camino. El próximo recorrido será a otro pueblo mágico; Tequisquiapan, Qro.
En todo el viaje de regreso pensaba en como esa mañana me había despertado lleno de tristeza por el amor perdido y horas después ese mismo amor me llenaba de alegría y me sentía pleno. La amaba y la sigo amando nada malo hay en ello, fui sincero en mis sentimientos y siempre se lo demostré, no le quedé a deber nada, me entregué totalmente y si pudiera lo haría nuevamente, más precavido y menos confiado tal vez.
Había olvidado lo relajante y satisfactorio que es para mi viajar en motocicleta, lo había dejado de hacer hace un tiempo, desde ahora ya no le dejaré más.
Ya son las 7:35 de la tarde casi noche y estoy llegando a casa con una sonrisa por las cosas en las que pienso cuando pienso en ella. Me pasan cosas poco comunes y me parece que estoy bastante loco, pero me siento bien siendo así.
He vuelto a sonreír, estoy en paz, el viaje inesperado sirvió y también la compañía inesperada, que me hizo poner en orden mis sentimientos hacia ella ahora ausente, sin dolor concluyo que si no correspondió a mi amor y me dejó, fue por ignorancia... porque ella simplemente prefirió ignorarme. Y una vez más río de mi ocurrencia.
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