Cuando los cuerpos ya no saben dónde están,
cuando nuestras bocas ya han perdido el pasaporte
y viajan sin fronteras por el vientre.
Cuando la noche suda a través de nosotros
y lo inesperado es sólo una forma del lenguaje,
cuando los sentidos aplastan la prudencia
y la lengua busca rincones donde hilar una epopeya.
Cuando la ropa va dibujando un sólo mapa por el suelo
y las manos anulan en un sexo toda lógica
y la piel es el lugar donde se inicia un paisaje.
Cuando de tanto mirarnos nos salen verbenas en los ojos
y el olvido va escribiendo su epitafio
y por eso todo empieza.
Cuando nos desabrochamos la cordura
tú a mi
yo a nosotros
y el proyectil vuela
e impacta sobre todos los que piden sensatez y recato.
Correrse juntos es la forma más bella de espantar a la soledad,
de desalojar de entre las piernas a la angustia.
Una mujer.
Un hombre.
Dos mitades de un mismo orgasmo
y una cama masacrada
y una sábana que pierde la calma
que pide un bis,
que gustosos,
tras recuperar el aliento,
le volveremos a conceder.
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