Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Bardo, el hijo de Corcel

La vida del caballero continúa sin sobresaltos. Su rutina es levantarse temprano, bañarse en el río, la cascada o el lago. Atender a los señores de la aldea y por la noche entrenar a los jóvenes escuderos que llegarán a ser caballeros algún día.

En ocasiones se sienta en el viejo sauce o escucha al fuente cantarina o al ruiseñor. Juega con Ternura y Pasión, sus gansos.

Por las noches sube al faro y mira a lontanaza como esperando a alguien que quizá nunca vuelva.  

Algo que nunca deja de hacer es volar sobre Voluntad, la dragona, recorriendo por los aires el Bosque encantado.

Ese día en especial voluntad lo llevó a una parte casi oculta del Bosque Encantado, un extensa y maravillosa pradera donde galopan cientos de broncos caballos.

Desde las alturas había uno que se distinguía por su porte y belleza, negro azabache, brioso y hasta donde percibía el caballero, indomable.

Voluntad lo llevo a una orilla del maravilloso pareja y pidió al caballero que esperara ahí. Pasado un breve tiempo ese brioso caballo que vio desde las alturas se acercó y saludó al caballero por su nombre. Este casi brinca sobresaltado al ver el enorme parecido con su amado Corcel, de no ser porque este era más joven.

La noble bestia se acercó y poniendo una rodilla en tierra dijo: Soy Bardo y estoy a tus órdenes. 

El Campeador pegó su frente a la del corcel y no pudo contener sus lágrimas y entre susurros dijo: Así que Bardo es tu nombre.

Sin despegar sus frentes y con profunda admiración y respeto por ese humano contestó: Mi padre me dijo que te gustaba la poesía y de ahí mi nombre.

Hubo un instante de profundo silencio y compenetración, hasta que montó a Bardo y este lo llevó a conocer sus tierras y sus llegas y potrillos, todos hermosos.

A gran altura volaban los dragones viendo la escena con respetuoso silencio pues sabían del gran significado que tenía para el corcel y el caballero ese encuentro.

Cabalgó toda la noche y sentía su pecho oprimido por la emoción, la rosa en el pecho del caballero estaba más radiante que nunca.

Se perdieron en el horizonte hasta el anocher escoltados por un pequeño ejército se dragones.


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