Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Pero un día...

Pero un día ya no nos dolerá todo esto, y seremos libres bajo un sol brillante, atrás quedará el ruido que nos hizo invierno. La lluvia será nuestra amiga y el viento nuestro confidente. Tal vez entonces admiren nuestra luz y nos busquen en cada puerta, en cada rostro, como queriendo recuperarlo que un día tuvieron. Sin embargo, en ese tiempo ya estaremos sanados, lejos de los recuerdos y de los amores baratos. Estaremos disfrutando del amor propio y, muy seguro, riéndonos porque comprenderemos que no necesitamos de alguien para sentirnos valorados.

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