Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La ventana

De repente se abrió de par en par esta mañana, la ventana 
de mi corazón que mira a tu corazón. 
   Y maravillosamente vi mi nombre, aquel con que me nombra 
tu voz más íntima y querida, escrito sobre las hojas y las flores en tu corazón. 
Y esperé silencioso.
   Un instante se alzó, volando, el visillo que separa tus cantos de los míos. 
   Y descubrí que en la claridad de tu mañana, en tu corazón, alguien cantaba 
mis canciones futuras, las que no he soñado ni cantado todavía. Y para aprender 
mis propias canciones, me senté, silencioso, a tus pies.

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