Al fin mi viejo escritorio dio su último suspiro... y se fue. Me acompañó desde mi adolescencia cuando los poemas, pensamientos y sueños se escribían con tinta y en papel.
Definitivamente no tengo apego por las cosas pero irremediablemente lo tengo por su significado, este era un amigo callado y fiel que no se quejaba aunque ya estaba maltrecho por la edad.
Vacié los cajones llenos de recuerdos, tiré algunos escritos, otros se han vuelto digitales, reconociendo en cada uno mi forma de pensar, de sentir y de escribir a través del tiempo.
Entonces apareció ella, siempre aparece, siempre cuando menos la espero, esa es la razón por la que ya casi no miro la luna, porque siento que a través de ella me espía... y me estremece como el primer día. Ella siempre está conmigo, siempre, nunca se ha ido, sigue aquí, muy dentro de mí.
Ya no pienso en por qué se fue, definitivamente no fue por mí, eso sí lo tengo claro. Desde el principio dio señales de que no se quedaría, así que la amé cada día como si fuera el último... y ese sentimiento sigue ahí.
Ella quería un amor perfecto, yo le ofrecía uno verdadero, el más verdadero que podía darle como nunca antes le di a alguien, el más verdadero que nunca más podría encontrar.
No importa que haya cambiado de lugar el sofá donde dormíamos abrazados y soñando, ella decía que era insomne pero en mis brazos dormía plácidamente. No importa que ya no esté la lámpara que yo mantenía a media luz para que viera mi rostro, el de ella brillaba y sé que sigue brillando, oro diariamente, sin faltar un solo día por ella para que esté bien.
Se fue mi viejo esritorio cómplice de mis pensamientos y que me vio crecer, pero ella no, nunca se ha ido, sigue en mí y así me gusta, ni siquiera he intentado olvidarla porque no me interesa hacerlo y tampoco podría y no porque la idealice, no es ese el motivo, por el contrario se muy bien que no es perfecta, sino porque eso sí que bien lo sé, lo que me dio fue único, excelso, verdadero como nunca antes ella lo había hecho y quizá nunca más hará, esto le daba miedo, pánico y huía, no quiere decir que fuera cobarde porque no lo es, pero no sabía como manejarlo.
Todo lo que mi viejo escritorio me hace revivir, pero de entre todo surge ella, siempre ella, con esa sonrisa que me enamora y esos ojitos "chinos" que iluminaban mis días. A quien cuando le dije amor, se lo dije en serio... y para siempre.
Se fue mi viejo escritorio, pero ella se queda en mí, como siempre, mi escritorio no volverá, pero si ella lo hace será recibida con los brazos abiertos, una sonrisa de bienvenida, el corazón en la mano y un te amo cobardemente ahogado en mi boca, para que no lo oiga.
Hoy una mesa de trabajo está en el lugar de mi viejo escritorio.
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