Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

TU CUERPO ES UNA PLAYA...

Tu cuerpo es una playa del Pacífico
y tu aliento una bocanada
del aire occidental.
Me sabes a verano,
con piel bronceada y besos salados,
y paso mi vida a tu lado como si bailara,
como quien disfruta
trescientos sesenta y cinco días de vacaciones.
No eres como otras, de eso estoy seguro.
Pueden atravesarme relámpagos de deseo,
tan fugaces como un parpadeo involuntario,
y mi mirada seguirá siendo tuya,
como tuyos convertiste a todos mis suspiros
al besarme como quien estrena sentimientos.
Tú, bella como siempre has sido,
te eriges con corona y cetro de oro,
gobernando a todos mis instintos.

Es bien sabido que la belleza de la mujer amada
se acentúa ante los ojos de un enamorado impetuoso,
pero estoy seguro de que tú siempre has sido hermosa
ante los ojos y la mirada de cualquiera.
Y es esa mi fortuna invaluable:
que sólo a mí te me entregaste entera,
y juntaste tus islas con las mías,
para formar este archipiélago tan simétrico
con la forma que tiene el infinito.
Has sucedido como suceden los milagros,
por eso a veces pienso que no existes,
que eres imposible e inalcanzable,
pero luego al despertar te veo a mi lado y pienso
―con esa gratitud desmedida-
que nunca una mujer había adornado mejor
las orillas de todas las playas de mi vida.

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