Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ES INEVITABLE SENTIRSE AJENO...

Es inevitable sentirse ajeno a ciertos recuerdos. Cuando el tiempo pasa, arrastra consigo esa sensación de familiaridad que nos ataba a ellos y de pronto, las personas y los lugares, y todo aquello que terminó por marcharse, se nos hacen extraños por el solo hecho de estar lejos. Pudieron haber ocupado un lugar importante en nuestra vida; pudieron, en su momento, significar nuestro mayor tesoro, pero el tiempo no perdona y a cada primavera le llega su otoño. Esos recuerdos que tenemos ahora pasarán a ser la realidad de otras personas, y ellas a su vez tejerán un lazo de cercanía que, años más tarde, si este ciclo se repite, verán a sus mayores tesoros marcharse lejos, a formar parte de la vida de alguien más. La vida se compone de momentos y siempre quedará de ellos esa grata plenitud de haber sido parte de nosotros. De haber cambiado para bien o para mal nuestras decisiones, el rumbo que tomamos; de habernos hecho conocer nuevos lugares, sensaciones... Eso es lo que se queda: el momento, no los elementos que lo componen. Las personas se van, cambiamos de paisajes y, sin embargo, el recuerdo permanece, aunque luego pasemos largas jornadas sintiéndonos unos extraños intentando convivir con nuestro pasado. 

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