Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ESCAPAR DEL INVIERNO

Imagino que sabe que mi silencio tiene el precio de su sonrisa, que mis pies tiran hacia el norte de su vida. Imagino que suele gritar a solas, que a veces el insomnio se convierte en sonambulismo y habla dormida, pronunciando mi nombre, sonando quiza con un futuro, o teniendo la peor de las pesadillas, quién sabe. Puedo ser la mejor como la peor persona que haya conocido, pero si hay una verdad absoluta, es que cuando ella me mira dejo de tener ganas de ser una amenaza. Y solo quiero desactivar las alarmas para verla dormir mas tiempo, abrir las cortinas en una noche de lluvia, para demostrarle que no porque la vida nos inunde tenemos que ahogarnos. Imagino que ella lo sabe: que estoy encasillado a esperar sus pasos al otro lado de mi puerta, que soy la luz que antano dejo un incendio, que las flores no se marchitan si ella esta cerca y que, si se queda, yo comienzo a sonreir al mirarme al espejo. 

Y cuando amanece y el sol le alumbra las claviculas antes de subir hasta su boca, me sorprendo colocando en orden las piezas de mi vida. «Para estar presentable cuando despierte», me digo. Pero ella siempre me saca ventaja y cada vez que abre los ojos yo tengo que improvisar una disculpa. El calor de su presencia suele sentirse desde lejos y quema si estoy muy cerca. Algún día le confesaré este secreto: esa es mi manera de escapar del invierno. 

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