Nadie habla de los besos que les damos a las fotografías cuando estamos solos. Ni de la forma en que cantamos nuestra canción favorita cuando tenemos los audífonos en un viaje junto a la ventana. Nadie dice nada, porque no es necesario. No hay palabras. Solo están las sensaciones, porque en algún momento sucede y se da sin siquiera nuestro permiso. No es necesario que se escriban poemas, solo saber que somos nosotros mismos cuando, precisamente, nadie se percata, ni esta para ver esa sonrisa estúpida que ponemos si esa persona nos envía un mensaje o si la vemos un día cualquiera, por pura casualidad. La vida, le dicen. Y es preciosa.
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