No hay un ‘amor de tu vida’, simplemente hay amores, amores que vienen y van, amores que se quedan para la eternidad aun cuando ya se han marchado y amores que permanecieron para sostener tu último aliento si es que corriste con esa suerte. El amor no es exclusivo de sólo unos labios, en cada boca hay algo único, en cada esencia se conjuga el alma y en cada reunión salimos más fuertes, más coloridos o más opacos… pero ya no somos los mismos.
Farsante es aquél que dice: tú eres el amor de mi vida, después de habérselo dicho a todos los anteriores y a los que aún faltan por llegar, demeritando el lugar que representaron en su momento aquellas almas.
Sólo hay un amor que es para toda la vida y ese es el propio, el que viene con una lágrima y se marcha de la misma manera —pues una vida sin llanto, nunca fue vida. El que de pronto se odia a sí mismo con la misma intensidad con la que se adora.
El que súbitamente se desgasta, se desperdiga, se evapora… para volver a aparecer más intenso, más tenaz y más espiritual. El que durante unos días percibes sostenerte de la mano y después ya no sabes a dónde es que se ha ido, y debes nuevamente salir a buscarlo (en ti).
Entonces, cuando logras que se quede ahí, cerca, tuyo, día y noche, podrás reconocer al fin… ‘yo soy el amor de mi vida y no hay nadie que pueda quitarme la felicidad que yo mismo he aprendido a otorgarme’.
Y en ti mismo puedes encontrar a la mujer de tu vida (si eres varón) y al hombre de tu vida (si eres mujer). Todos los demás serán sólo un leve trayecto que hay que valorar.
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