Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

MI AMOR.ME ESPERA CADA DÍA

Hay una luz que se enciende cada mañana en el umbral de mi pecho, y es la certeza de que alguien me espera. No es la espera vacía, esa que devora las horas como un animal hambriento, sino la espera llena, rebosante, la que construye puentes invisibles entre el amanecer y el crepúsculo.

Mi amor me espera cada día. Y en esa espera hay una promesa que no necesita palabras, un pacto sellado con la mirada, con el roce de las manos al despedirnos, con ese último adiós que ya lleva dentro el abrazo del reencuentro.

Me voy por las calles sabiendo que hay un lugar donde mi ausencia tiene forma, donde dejo un hueco cálido que nadie más puede llenar. Y eso me hace caminar distinto, respirar distinto, como si llevara un sol pequeño en el bolsillo de la camisa.

La felicidad no es siempre ese estallido de fuegos artificiales que pintan el cielo. A veces es apenas esto: saber que al final del día habrá una puerta que se abre, unos ojos que buscan los míos, una voz que pronuncia mi nombre como si fuera la primera vez, como si mi nombre fuera el único nombre del mundo.

Mi amor me espera. Y yo regreso, una y otra vez, como el río que vuelve siempre a su cauce, como el pájaro que conoce de memoria el camino a casa. Porque la dicha más profunda no está en los grandes gestos, sino en esta pequeña eternidad que se repite: ser esperado, ser recibido, ser amado en la cotidianidad de cada atardecer que cae sobre nuestras cabezas como una bendición silenciosa.

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