La lluvia a veces es piedra, y viene con la tarde a revolcarse en mis sábanas de arena; y el agua es un abrazo y me susurra pequeñas mentiras empañadas. Y entonces es difícil abrazarse a uno mismo, cuando nos sentimos tan chiquitos ante el miedo que nos apedrea las horas. Y de repente la lluvia nos perdona y se va como vino, ni tan roja ni tan añeja, pero muy remolino, dejando un poco de nosotros desiertos por los charcos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario