Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Doble amanecer

Te digo, tengo sed.
Me dices,
mi pecho, ya,
quiere ser bebido.
Te digo
que mis labios
ahí se han perdido.
Me dices que ya encontraron
durezas
donde detener su desvarío.
Te digo que entre tus pechos
me convierto en río.
Me dices,
con un largo gemido,
que en tus mares
ya me has hundido.
Un solo instante
y amanezco dos veces:
en tu pecho
duplicas mi sed,
mi frío, mi calor,
mi perturbación,
mi alivio.
Y en mis labios no deja de temblar
eso tan tuyo que haces doblemente mío.

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