Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Fuego en el DF

Noqueado
por tus formas de mirarme
de reojo.
Aprendí a encajar las hostias,
aprendí que unos ojos llenos,
dicen más que un corazón vacío.

En jaque por tu falda corta,
acaba con todos mis reyes
que este peón se deja
mandar al infierno
por verte bailar
cada noche en mi tablero.

Dirige tus misiles
contra mi armadura,
pues no soy tan caballero
si me pones por delante
tu boca
y tu maldita dulzura.

Tanto hablan de Semana Santa
y nunca te han visto a ti,
proclamándote mi diosa egipcia
cada vez que me cabalgas.

Cruzo el charco
que hay entre tu piel y la mía,
y me vuelvo tiburón
si te tengo delante
porque no conozco mejor forma
de llenarme la boca
que no sea mordiéndote.

También es amor
decir ‘te quiero’
jadeándolo en tu oído.

Renací de las cenizas,
como Alí en aquella con Foreman,
solamente por volver
a arder en tu hoguera.

No me pierdo ni un capítulo
de tu serie de arañazos
en prime time sobre mi espalda,
soy tu fan número uno
entre tanto imbécil
con cara de tipo duro.

Ya ha amanecido en el DF,
tú llevas mi camisa puesta
y ríes a carcajadas
porque es el primer día,
después de muchos,
en el que no te apetece
salir huyendo de la cama,
porque sabes que afuera
ya nada vale la pena
porque todo lo que tú y yo
entendemos por fuego,

ahora arde debajo estas sábanas.

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