Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ME GUSTA CUANDO ME MIRAS

Me gusta cuando me miras porque en tu mirada encuentro el espejo donde mi alma se reconoce, donde los secretos que ni yo mismo conozco emergen como peces dorados en un estanque profundo. Tu mirada es un país extranjero al que siempre quiero viajar, una geografía de pupilas dilatadas donde me pierdo voluntariamente como quien se abandona al vértigo de la altura.

Cuando me miras, el tiempo se convierte en miel espesa que gotea lentamente sobre nuestros cuerpos inmóviles, y yo me transformo en el protagonista de una historia que no recuerdo haber comenzado a escribir. Tus ojos son faros que guían mis naufragios cotidianos hacia costas seguras, hacia ese territorio íntimo donde las palabras sobran porque todo se dice con el silencio que habita entre tus pestañas.

Me gusta cuando me miras porque entonces soy más yo que nunca, como si tu mirada fuera un hechizo que me devolviera a mi esencia más pura. En la transparencia de tus iris descubro que soy más frágil y más fuerte de lo que pensaba, que llevo conmigo paisajes enteros esperando ser descubiertos por alguien que sepa mirar de verdad, que sepa leer en el lenguaje secreto de los gestos involuntarios.

Tu mirada es una caricia que no necesita manos, una conversación que prescinde de la voz, un abrazo que se da a la distancia perfecta. Cuando me miras, entiendo que el amor es esto: ser visto completamente por alguien y no sentir la necesidad de esconderse, ser transparente como el agua y profundo como la noche al mismo tiempo.

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