Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

TUS BESOS

Tus besos son la música que no se escribe, la partitura invisible que mis labios aprenden de memoria cada madrugada. Son el eco de todas las palabras que nunca dijimos, suspendidas en el aire como polen dorado, esperando ser respiradas. En la geografía secreta de tu boca descubro países que no aparecen en ningún mapa, ciudades construidas con la arquitectura del deseo, calles pavimentadas con promesas y plazas donde se reúnen todos mis silencios.

Cada beso tuyo es una pequeña muerte y una resurrección simultánea. Me disuelvo en la sal de tu saliva, me reconstruyo en la humedad de tu aliento. Tus labios son la frontera más hermosa que he cruzado sin pasaporte, el territorio donde pierdo mi nombre y encuentro mi verdadera identidad. Allí, en ese espacio mínimo donde se tocan nuestras bocas, se escribe la historia más antigua del mundo: la del encuentro imposible entre dos soledades que se reconocen.

Guardo tus besos en frascos de cristal, como conservas de verano, para los días de invierno cuando tu ausencia se vuelve geografía árida. Los despliego como mapas del tesoro en las noches de insomnio, siguiendo con el dedo las rutas que trazan en mi memoria. Porque tus besos no son solo contacto: son continente, son brújula, son la única oración que conozco en el idioma del cuerpo enamorado.

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